Para algunas personas, el cuerpo humano está todavía por explorar. Consideran que se puede aplicar la última tecnología en la piel. Desde hace unos años, existen los llamados ‘biohackers’ o ‘grinders’ que experimentan su cuerpo humano con tecnología. Se trata de un campo bastante inexplorado y que presenta muchas incógnitas.
Eso sí, no se trata de algo totalmente nuevo. Por ejemplo, en 1998 se le colocó a un paciente un implante electrónico, que consiste en un sencillo transmisor de radiofrecuencia. Con ello, la persona podía abrir puertas y encender luces solo con un movimiento de brazo.
Hoy en día, la mayoría de los ‘biohackers’ tienen que hacerse ellos mismos las operaciones y aprenden sobre la marcha los principios básicos de la medicina y de la esterilización. Esto conlleva un riesgo muy importante para la salud de la persona sometida a la intervención.
En los últimos dos años, algunas empresas se han atrevido a probar esta tecnología. Un caso más o menos reciente fue el que sucedió en enero de 2015: a centenares de oficinistas en Suecia se les había colocado un chip con el que podían abrir puertas y encender la fotocopiadora. Un tatuador fue el encargado de colocar el dispositivo.
Algunos artistas se lanzan a probar esta tecnología. La catalana Moon Ribas lleva en su cuerpo un sensor sísmico online en el brazo que le permite percibir terremotos a tiempo real en cualquier lugar del planeta mediante vibraciones. El británico – irlandés Neil Harbisson tiene una cámara sujeta a su cráneo. Le permite distinguir una gran variedad de colores. El chipriota Stelarc ha ido más allá. Tiene una tercera oreja en un brazo.
Para los ‘biohackers’, el abanico de las posibles tecnologías que se pueden implantar es amplio e imaginativo. Tim Cannon, desarrollador de programas electrónicos, tiene distintos implantes, el último de los cuales es el Northstar, que se ilumina cuando está cerca de un imán.
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ES